En realidad la dicotomía no existe, desde mi punto de vista.
Creo que, en primer lugar, uno debería escribir por gusto. Yo me divierto haciéndolo y todos debieran hacer lo mismo al estar frente a la hoja o el monitor. Logre, por decirlo de una manera, hacer volar mi mente.
Me encanta escribir, jugar con las creaciones de mis pensamientos, incluso burlándome de éstos... amo zambullirme en ese océano infinito de palabras. Obviamente quiero que el destino final de mi trabajo sea leído por otras personas, pero el fin inmediato que persigo es sentirme bien y dejar sentado fuera de mi cabeza ciertas cosas que suceden dentro de ella.
En la primera entrada resalté la diferencia entre las dos etapas primordiales de escribir: redactar mis ideas por un lado, y editarlas con posterioridad. Esto es parte de la cuestión que tratamos. Es decir, cuando escribo, no debo preocuparme demasiado sobre los errores, sobre como expresar un diálogo correctamente, sobre qué pensará XX o YY al respecto al ver la calidad de la obra.
Pues...¡No! Reitero, son etapas separadas: primero creo, luego edito. Sino, generamos un tormenta eléctrica en nuestro cerebro, y éste no sabe qué dirección tomar. Tomemos las cosas con más calma. Tenemos que ser pacientes con nosotros mismos. Todo a su tiempo.
En definitiva, disfruta de lo que haces. Date tiempo. Vuelca tus ideas, por más descabelladas que parezcan, en forma escrita, tratando de evitar la edición lo más posible. Todos tenemos una historia que contar. Y siempre hay una persona que puede llegar a identificarse con tus palabras. No lo dudes ni por un segundo.
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