"(...)peor nadie felicita a un maestro por enseñar que dos y dos son cuatro. Se le felicita, acaso, por haber elegido tan bella profesión.(...)
Pero hay siempre un momento en la historia en el que quien se atreve a decir que dos y dos son cuatro está condenado a muerte. Bien lo sabe el maestro. Y la cuestión no es saber cuál es el castigo o la recompensa que aguarda el razonamiento.La cuestión es saber si dos y dos son o no cuatro."
Pero hay siempre un momento en la historia en el que quien se atreve a decir que dos y dos son cuatro está condenado a muerte. Bien lo sabe el maestro. Y la cuestión no es saber cuál es el castigo o la recompensa que aguarda el razonamiento.La cuestión es saber si dos y dos son o no cuatro."
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